“Éramos conscientes de que teníamos entre manos algo espectacular que podría cambiar el mundo”, afirmaba hace ahora dos años el murciano Martín Martínez Rovira en un reportaje para Actualidad Económica titulado ‘El guerrero del grafeno’. Teniendo en cuenta las revelaciones de los medios de las últimas semanas, la expresión ‘los trileros del grafeno’ parece más apropiada.
En dicho reportaje se explicaba el nacimiento de una compañía demasiado buena para ser verdad. Una empresa capaz de crear un producto mítico con unos métodos misteriosos basados en el secreto industrial a ultranza. Una historia sospechosamente parecida a la de cualquier alquimista que en la historia haya prometido convertir en oro el vulgar plomo. En dicho reportaje Martínez Rovira presumía de reuniones mantenidas en Silicon Valley con «una de las mayores tecnológicas del mundo». “Cuando les enseñamos la placa de 50×50 nos preguntaron si nos importaba que entraran más ingenieros en la sala para verla. Y ya cuando les dijimos que se la regalábamos, hiperventilaban. Hace año y medio esa plancha habría costado unos 750.000 euros, pero a nosotros producirla nos sale por 200 euros«.
Asimismo, presumía de os con una escudería de Fórmula 1 para aplicaciones del grafeno en alta competición. Nada que haya conseguido llevar a Fernando Alonso a la cabeza de la clasificación en los últimos dos años. “Es un mundo muy competitivo y prefieren llevar los avances en secreto, porque cuando logremos incorporar las mejoras, le supondrá años de ventaja sobre el resto”, explicaba.
Por supuesto, todo el proceso aparecía como confidencial: «Es un tema capital en Graphenano. Sólo los tres científicos que supervisan el proceso productivo están autorizados a entrar en la fábrica de Ciudad Real. La mano derecha no sabe lo que hace la izquierda”, explicaba Martínez, quien afirmaba haber sufrido ataques informáticos para robarle su extraño prodigio, Ya hace dos años, la reportera apuntaba que la situación era, como mínimo, extraña. «Los métodos de producción de grafeno habituales no suelen ser tan opacos”, explicaba Mar García Hernández, profesora de Investigación del Instituto de Ciencias de Materiales de Madrid, que ya catalogaba a Graphenano de “absolutos desconocidos” frente a empresas más convencionales como Graphenea o Avanzare. Graphenano presumía de no participar en las ayudas de 1.000 millones de la Unión Europea para esta tecnología. No contaba con subvención alguna. Muy extraño, si su liderazgo era tan excepcional.
“Allá donde voy me pego el gustazo de que seamos unos españoles los únicos que sepamos integrar el grafeno y que chinos, japoneses y americanos alucinen. A veces nos encontramos con científicos que no se terminan de creer que esto lo hagamos aquí y eso me encanta”, afirmaba. Sus pronósticos de hace dos años pasaban de elevar la facturación de 700.000 euros en 2013 a 50 millones en 2014. Sus últimas cuentas presentadas en el registro mercantil, correspondientes a 2014, señalan que la compañía registró unos ingresos de más de 300.000 euros en 2013 y de sólo algo más de 700.000 en 2014.
Sin embargo, según Diario16, en la misma también se acusa directamente de estafa al director general de la compañía y consejero delegado, Mario Celdrán Romero, así como de estos y otros delitos al propio Álvaro Zarza y al notario Ignacio Ramos Covarrubias, que según este medio «intervino en muchas de estas operaciones y que terminó, aparentemente, siendo socio de Graphenano a través de la sociedad Extremeña de Peles S.L., de la que es único, sin aportar ni un euro». En la querella aparece también la sociedad de inversión Auriga Global Investors, cuyo presidente, Iñigo Resusta Covarrubias, es también consejero delegado y vicepresidente de Graphenano, además de primo del notario implicado y, supuestamente, el máximo beneficiado.