Cuando compramos un PC, siempre esperamos que nos dure lo máximo posible. Analizamos cada componente para obtener la mejor calidad/precio, y disfrutar de un buen rendimiento durante años, sobre todo en juegos. Y, sobre todo, esperamos no tener que asustarnos cada vez que anuncien un nuevo componente que mejore demasiado el nuestro.
Hasta la entrada en el mercado de consumo de los dual core, allá por 2006, los avances tecnológicos eran tan grandes y avanzados, que dejaban prácticamente obsoleta a la versión anterior. Los ciclos de renovación eran de apenas 3 años. Lo que ayudó a empezar a estandarizar los avances fue la introducción de la arquitectura AMD64.
Una vez que los dual core fueron introducidos, los ordenadores empezaron a durar más. La potencia que requería usar Windows era cada vez menor en comparación con el rendimiento que alcanzaban los nuevos componentes que salían al mercado. No es raro quien ejecuta hoy día Windows 10 en un PC de 2007. Pero sí sería raro haber visto un PC de 1996 con Windows XP.
Hoy en día, podemos ver que procesadores i5 salidos al mercado en 2011, como el i5-2500, todavía es un procesador potente con el que emparejar una tarjeta gráfica recién salida al mercado, como la AMD RX 480 que fue presentada ayer. Dependiendo del juego en el que se use, es posible que no se note apenas diferencia con un i7-6700K. Como mucho, un margen de mejora de un 20-30% de rendimiento.
Krzanich afirma también que la gente ha pasado de mejorar más rápido sus PC a mejorar antes sus móviles, donde las nuevas mejoras dejan obsoletos móviles aparecidos hace 5-6 años. Dentro de 5-6 años, habrá quien use todavía móviles que son gama alta hoy, pues su potencia base para hacer tareas básicas se estandarizará, a no ser que se busque rendimiento extremo como pasa con los entusiastas en PC.