
El software que utilizamos a diario siempre tiene algún tipo de vulnerabilidad presente, ya sea por componentes antiguos o por nuevos que no se han probado lo suficiente. Los sistemas operativos se parchean fácilmente solucionando el código erróneo, pero cuando ese fallo se encuentra a nivel de hardware, la solución puede ser muy difícil e incluso imposible. Y eso lo sabe muy bien Intel.
Intel no para de verse afectado por nuevas vulnerabilidades
Intel está pasando probablemente por el peor año de su historia. Actualmente están perdiendo una enorme cuota de mercado frente a AMD en todas las gamas: consumo y entusiasta (Core frente a Ryzen y Threadripper), y en servidores (Xeon frente a EPYC). A todos los problemas de rendimiento y de intentar introducir los 10 nanómetros hay que sumarle las decenas de vulnerabilidades que han tenido sus procesadores en los últimos dos años. Y muchas de ellas han hecho que sus chips pierdan rendimiento.
Las más populares son las de Meltdown y Spectre, las cuales redujeron el rendimiento de los procesadores de Intel, pero no así los de AMD. La clave es que los chips de AMD contaban con un diseño distinto al de Intel, y el componente de predicción utilizado por Intel sí era susceptible de hackeos. Por ello, al limitarlo, el procesador perdió rendimiento. Y nuevas vulnerabilidades han hecho que el rendimiento siga cayendo. Entre las descubiertas posteriormente están Zombieload, SWAPGSAtacck, Spoiler o Lazy FP.
Mientras que AMD no ha tenido más vulnerabilidades desde enero de 2018, mientras que en 2017, 2018 y 2019, Intel acumuló 191 vulnerabilidades. En 2019 ha sido el año en el que más se han encontrado en dispositivos de Intel, con un total de los de RAID o de sus tarjetas gráficas. Aún así, como decimos, eso son vulnerabilidades a nivel de software que se solucionan en unas pocas horas. Intel todavía tiene mucho trabajo por delante para sus procesadores.