El coche de hidrógeno ha avanzado mucho en los últimos tiempos, lo que ha hecho que se haya llegado a convertir en una pieza fundamental para el futuro de la movilidad y de la electromovilidad. De esta forma, y sumándose al vehículo eléctrico que ya conocemos y que se sitúa hoy en nuestras calles, esta no tan nueva variante se posiciona para ser el máximo postulante del cuadro automovilístico.
El coche de hidrógeno cuenta todas las ventajas
Un coche eléctrico no contamina, y uno de hidrógeno, tampoco. Y los dos cumplen así con el requisito principal para convertirse en la solución del futuro, aquella que permita lograr la ansiada compatibilidad entre la movilidad y el medio ambiente. Sin embargo, y aunque hoy el primero es la solución más factible (y cercana), el segundo puede serlo todavía más.
De ahí que se vea al coche de hidrógeno como la mejor puesta en escena de lo que se refiere al automóvil moderno. Y es que, el hidrógeno, en los coches de pila de combustible, tiene todavía muchísimo camino por recorrer en la próxima década. Sin embargo, se atisba un futuro esperanzador teniendo en cuenta todas las ventajas que puede aportar en materia de eficiencia, ahorro de combustible y respeto por el medio ambiente.
Su lugar en el futuro es casi inmediato: solo hay que ver los planes que atisba la Unión Europea de aquí a pocos años para implementar su desarrollo antes del fin a los motores de combustión (año 2035). Esto ha hecho que sean varios los fabricantes que no solo miren con atención al vehículo electrificado, que también, sino en la posibilidad de afianzar y doblar su apuesta con el que tiene que ver con el de hidrógeno. Hyundai lo hace realmente bien con su Nexo, pero Honda también está dentro de este planteamiento. Y no serán las únicas.
De qué trata
Los vehículos de hidrógeno son, sobre el papel, mejores que los eléctricos, porque tampoco contaminan, suelen ofrecer mayor autonomía media y se repostan en tres o cuatro minutos, casi como un modelo de gasolina o diésel tradicional. Aunque comercialmente no hay mucho donde elegir, ya que la oferta se limita de momento a unos pocos modelos, se espera que sean muchos más los fabricantes que hagan su entrada de aquí a poco tiempo.
Por ejemplo, los repostajes. Y es que, como bien sabemos, uno de los mayores inconvenientes de los electrificados puros es que tardan un tiempo considerable en recargar su energía. Mientras, con el de hidrógeno, pues sólo hacen falta entre tres y cinco minutos para repostar. Es decir, la velocidad de repostaje es similar a la de un vehículo con diésel o gasolina.
A este beneficio hay que agregar que el coste de repostaje también es similar, situándose en aproximadamente 8,5 euros por cada cien kilómetros. O lo que es lo mismo; el mantenimiento y rendimiento de los vehículos de hidrógeno también son similares a los de los coches tradicionales, pero con todo lo bueno de un coche eléctrico y más limpio. Todo esto hace que sea la modalidad escogida para los años venideros. A pequeña escala, la economía se relativiza y así ha logrado el hidrógeno de automoción llegar a la calle. Todavía no tanto en España (para uso público), pero sí en Alemania, Dinamarca y otros países de la comunidad europea.