Gracias a una recreación de la arquitectura neuronal del hipocampo, científicos consiguen mejorar sustancialmente el sistema de navegación autónomo basado en el aprendizaje profundo. Este avance podría suponer un gran cambio para la humanidad. Y es que los investigadores han logrado imitar el hipocampo humano para mejorar la navegación autónoma.
Uno de los experimentos científicos más famosos de la historia, o al menos uno de los más interesantes, fue el que analizó el hipocampo de los taxistas de Londres. Estos profesionales, que deben aprenderse de memoria las diferentes calles y mapas de la capital británica para obtener su licencia, tenían un hipocampo mayor de lo habitual, según demostró el estudio.
Esta estructura cerebral es una parte fundamental del sistema responsable de la memoria espacial y la navegación y actúa como compás inercial para decirnos cómo llegar a determinado lugar o nos permite recordar una ubicación.
Aprovechándose de esto, un equipo de científicos del Instituto de Biofísica del Consejo Nacional de Investigación (IBF-CNR) en Palermo, Italia, han imitado la arquitectura neuronal y las conexiones del hipocampo para desarrollar una plataforma robótica capaz de aprender como lo hacen los humanos mientras el robot navega alrededor de un espacio.
Un cerebro que se reconfigura solo
Lo interesante de esto es que el hipocampo simulado puede alterar sus propias conexiones sinápticas mientras mueve un robot virtual similar a un automóvil. Esto significa que solo tiene que navegar hacia un destino específico una vez antes de poder recordar la ruta. Esta es una mejora notable con respecto a los métodos de navegación autónomos actuales que se basan en el aprendizaje profundo y que, en su lugar, tienen que calcular miles de rutas posibles.
«Hay otros sistemas de navegación que simulan la función del hipocampo, el cual actúa como una memoria de trabajo para el cerebro – explica la líder del estudio Michele Migliore en
«Lo construimos utilizando las neuronas que codifican objetos, conexiones específicas y plasticidad sináptica – concluye MIgliore –. El reconocimiento de objetos se basó en la cámara del robot, pero en teoría podría calibrarse también con sonidos, olor o movimiento: la parte importante es el conjunto de reglas de navegación inspiradas en la biología, que se pueden adaptar fácilmente a múltiples entornos. Un robot que trabaja en un almacén podría calibrarse y recordar la posición de los estantes en solo unas pocas horas. Otra posibilidad es ayudar a los discapacitados visuales, memorizar un entorno doméstico y actuar como un perro guía robótico”.
Este tipo de progreso se encuentra enmarcado en la línea de otros proyectos con los que se busca que la humanidad pueda derribar las barreras con las que se ha encontrado a lo largo de los años. El cerebro todavía esconde muchos secretos que se pueden aplicar a distintas tecnologías y que garantizan que, si se continúa profundizando en estas investigaciones se realicen importantes descubrimientos. Como ya habían pronosticado muchos expertos, la robótica y la tecnología del futuro no solo mirará a la humanidad inspirándose en ella, sino que se beneficiará de muchos de sus rasgos naturales para ser más eficaz.