Windows 10 lleva ya algo más de seis años entre nosotros. Windows 11 le ha sucedido, con un rendimiento más fluido y una interfaz más moderna. Sin embargo, a nivel interno, ambos sistemas siguen compartiendo muchos elementos, y los vicios del pasado siguen estando presentes.
Uno de los principales problemas que tienen las instalaciones de Windows es que, con el paso del tiempo, el sistema operativo puede volverse lento o presentar problemas. En versiones como Windows XP esto era mucho más evidente, pero con el aumento de potencia de los ordenadores modernos y las mejoras de Windows, esto ha ido reduciéndose.
Antes era recomendable formatear con frecuencia
En el pasado, algo que era recomendable hacer con cierta frecuencia era formatear el ordenador para hacer una instalación limpia desde cero de Windows, con una frecuencia que se recomendaba que fuera de en torno a un año. Había varios motivos para hacerlo.
Entre ellos encontrábamos que un ordenador podía estar infectado por virus no detectados, ya que los antivirus de hace unos años no eran perfectos y había algunas amenazas que se escapaban. Formatear desde cero permitía acabar con esos virus.
limpieza de la caché, tienes un SSD, usas un buen antivirus (el propio Defender va genial) y vigilas lo que se ejecuta en el inicio con Windows, no vas a tener necesidad de instalar el sistema desde cero.